lunes, 21 de noviembre de 2011

Ciudad bajo las aguas del Lago de Atitlàn en sololà, GUATEMALA

“La joven Atzupil salía a nadar y el príncipe Atitlán la iba a visitar. El Señor de los Cielos se puso celoso y ordenó cambiar la tierra del lugar”. Popolvuh.




Lo que en principio se creyó era una pirámide, resultó ser toda una ciudad antigua, cuya civilización es posible se remonte a la época precolombina. “Se encuentra sumergida en Atitlán”, reveló Julio Roberto Marroquín un asiduo buceador en las aguas del hermoso lago de Panajachel, protagonista del hallazgo. Nuestro personaje explica que en septiembre del 2001 dedicado a su pasatiempo favorito se llevó la más grande sorpresa a unos 120 pies bajo el agua, cuando al hundir su mano en la arena palpó una estructura plana que resultó ser el escalón de un graderío de lo que en principio supuso era una pirámide maya.

Marroquín se recreaba en el Lago de Atitlán, en compañía de Rodrigo Castañeda, a quien inmediatamente llamó para que supervisaran el lugar. “ En principio pensábamos que se trataba de algo sin importancia, sólo unas gradas, pero después descubrimos paredes y cuevas que podrían ser vestigios de una ciudad o asentamiento precolombino”, manifestó. Y es que tras remover durante algún tiempo la arena volcánica que reposa en las profundidades de Atitlán, abandonaron la tarea para retornar a capital y dedicarse a sus labores habituales, dejando pendiente la importante búsqueda.

Días después y en una labor que les consumió horas enteras, verificaron que el lugar del descubrimiento ocupa cerca de 300 metros cuadrados , donde han localizado piezas antiguas, glifos y cerámicas posiblemente precolombinas, así como la entrada del que podría ser un domo subacuático natural . Sobre el hallazgo y mucha más información al respecto, tiene conocimiento el Instituto Nacional de Antropología e Historia (Idaeh), cuyos expertos consideran que efectivamente la ciudad existe y data de la época premaya. “Su hallazgo ha quedado allí, casi en el olvido, esperando fondos y otras opiniones expertas, que permitan realizar los trabajos de investigación y rescate.

Fotografía vía satélite del lago Atitlán. Marcada con círculo rojo, la ubicación aproximada de Samabaj.

Hace 2 mil años el lago de Atitlán tenía una isla. No era muy grande. La atravesaba un canal, lo que la hacía partirse en 2 y estaba poblada por precursores de la civilización maya. Por su reducido tamaño no era una gran ciudad, más bien una “aldea”, según, Sonia Medrano, arqueóloga, sus pobladores desarrollaron un sistema donde ya se daban divisiones de clases sociales y diferenciación del trabajo.

La isla quedaba al sur del lago, en el área situada frente a las faldas del volcán Santiago. Sus habitantes pertenecían al período Preclásico Tardío, que abarcó desde 400 a.C. a 100 d.C. Específicamente, vivieron entre el 200 a.C. y 200 d.C. en la isla.
Fue en poblados como esa pequeña isla en el lago de Atitlán; en Takalik Abak al sur del país; en Kaminal Juyú o el Naranjo, en el valle de la ciudad capital, que comenzó a surgir la gran civilización maya. “Muchas de las instituciones del período Clásico Maya surgieron durante el período Clásico Tardío”, dice el arqueólogo norteamericano Robert Sharer, como indica el libro La Civilización Maya.
Según él, fue en este período donde las investigaciones dan cuenta de un rápido crecimiento de población y el desarrollo de clases sociales –organización estratificada– que se reflejan en carcterísticas como los elaborados restos funerarios y las enormes estructuras ceremoniales que albergaban artefactos para las actividades rituales, así como un estilo de arte “típicamente maya”.
Pero no se sabe mucho de esta isla hoy en día, pues su descubrimiento es reciente. Sólo que por alguna razón el nivel del lago ascendió más de 30 metros de forma anormal hace 2 mil años y que aunque sus habitantes probablemente lograron escapar (“no se quedaron, tenían lanchas. La inundación del lago fue súbita pero no violenta”, dice Medrano), la aldea quedó sumergida para siempre.

Tras la pista

Veinte siglos más tarde, Roberto Samayoa Asmus acostumbraba bucear en el lago. En 1994, a 80 pies de profundidad en la parte sur del mismo encontró una vasija. Esto despertó su curiosidad y comenzó a bucear disciplinadamente en el área los fines de semana.
Comenzó a notar cosas extrañas. Como una especie de “grada” o plataforma que circundaba el lago a 80 pies de profundidad, como si algún evento climatológico la hubiera causado.
Durante sus buceos observó también que los pescadores de cangrejos lanzaban un cordel con carnada amarrado a una gran piedra y al arrastrarlo por el fondo del lago destruían lo que estaba a su paso, dejando una huella entre rocas removidas y vasijas quebradas. “Me dije: ¡Aquí vivió gente”, comenta.
Las plataformas que indicaban la posibilidad de una línea de playa sumergida metros abajo y las nuevas piezas que iba encontrando lo llevaron a suponer que algo había acontecido en tiempos remotos que había hecho que el nivel del agua del lago se elevara súbitamente y dejara sumergidas pruebas de la existencia de un poblado en el fondo.
Con esa información acudió al Instituto de Antropología e Historia para compartir su descubrimiento. El nuevo sitio fue nombrado Samabaj en 1998, una combinación de su apellido, Samayoa, y un nombre maya que significa “piedra de”.
En 1999 se realizó el primer reconocimiento arqueológico del sitio con el apoyo del arqueólogo Henry Benitez. En el Simposio de Arqueología del 2000 se informó del sitio a la comunidad científica.

Única en Mesoamérica

La presencia de una aldea sumergida en el “lago más bello del mundo” es quizá lo único que le hacía falta a Atitlán. Sin embargo, aunque su existencia ha sido dada a conocer por la prensa, continúa casi sin conocerse por el público. Es como si fuera un “mito moderno”, dice Medrano.
Para ella, el mérito de Roberto Samayoa Asmus es grande. Cuando ella se sumergió por primera vez junto a la arqueóloga Adriana Linares, quien acompaña a Samayoa, sintió una gran sorpresa. “Nos sumergimos sin tener idea de lo que íbamos a ver”.
“Al ir buceando y acercarse, no es fácil imaginar que fue un poblado… Hay muchas cosas ahí abajo que confunden, piedras… Además no es fácil orientarse. Roberto tuvo que haber tenido dificultades para hacerlo. Hace 20 años no había GPS para entrar al fondo del lago por el mismo lugar”.
La importancia del sitio no es sólo turística. Para la arqueología internacional es la “primera aldea sumergida” que existe en Mesoamérica.
Samayoa ha contado con el apoyo de instituciones nacionales como Aporte para la descentralización cultural (Adesca) o el Instituto de Antropología e Historia, e internacionales como la Fundación Reinhart y el Instituto Scripps de Oceanografía de San Diego, California.
Al momento, sólo él, las arqueólogas y pocas personas conocen las coordenadas exactas de la aldea subacuática, pues temen la llegada de depredadores. Las piezas que han extraído pueden apreciarse en el Museo de Arqueología Lacustre del Lago de Atitlán, en Panajachel.

ve este video de samabaj: 


Guatemala promoverá su ciudad sumergida del lago Atitlán
Habrá que esperar hasta el próximo 4 de diciembre para que tenga lugar la presentación oficial de Samabaj como objetivo turístico durante el Festival Cultural de Atitlán, en Guatemala.

Samabaj, la ciudad sumergida en el fondo del lago Atitlán que fue descubierta por Roberto Samayoa en la década de los noventa, empezará a formar parte de itinerarios turísticos en Guatemala a partir de 2012, justo el año en el que, según el calendario maya, llegaría el fin del mundo.



A esta iniciativa, promovida por el Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat), se sumará la ampliación del Museo Lacustre, que finalizará el primer semestre de 2012. Dentro de este museo se conservan algunas piezas de alfarería extraídas desde el fondo del lago Atitlán. Con el fin de hacer más auténtica esta experiencia, se va a crear una  sala virtual con efectos visuales para que el visitante sienta que está recorriendo esta ciudad bajo el agua.

Con el paso del tiempo, Roberto Samayoa, contempla la posibilidad de organizar visitas turísticas guiadas para buzos expertos con licencia en mar abierto, ya que la ciudad se encuentra a unos 35 metros de profundidad y a 600 metros de la orilla, desplegada en un área de 300 por 400 metros.

Algunos de los tesoros encontrados en Samabaj han sido vasijas y una estela lisa datadas del período preclásico maya, comprendido entre el año 2500 a.C y el año 200 d. C. La razón de ser del nombre de esta ciudad se debe a la unión de las primeras sílabas del apellido de Samayoa y la palabra ‘abaj’, “que significa piedra” en varios idiomas mayas. Aunque se desconoce el motivo por el que Samabaj acabó enterrada para el agua, se han barajado varias posibilidades para explicar la elevación de las aguas, como el surgimiento de un volcán dentro del lago, el cual tapó los drenajes naturales, o una tormenta de lluvia muy fuerte y rápida.






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